Otra vez, acostumbrándome a una insistente presencia, que otra vez parecía ser el amor, y otra vez falló miserablemente en serlo. Ah, tan parecido, que hasta extraño su inoportuna irrupción, su inadecuada intención, extraño el sueño macabro que prontamente se convirtió en pesadilla.
Que bueno que ahora me odies, que bueno que me encuentres detestable, me economizaste la tarea de apartarte con un par de tenazas, como se saca una garrapata que intenta chupar tu sangre en infectarte en el proceso.
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