Deudas de palabras

Lo estuve pensando todo el día ¿A quién le debo palabras? ¿Quién se marchó sin saberlo todo, sin haberlo escuchado todo?

Recorrí mi vida, recordé a la niña que no quería crecer y no, a ella ya le he dicho lo que necesitaba para sanarse, y a ella sigo manteniéndole la promesa de no olvidar el nivel de conciencia que tenía y que los adultos desdeñaban.

Pensé en mis amigas de colegio, esas que muchos años después era incapaz de ver hasta en fotos y tampoco, no era palabras a ellas en su burbuja a quienes necesitaba decirles, era a mi liberarme perdonándolas, no había nada que agregar.

Luego vivieron a mi mente esos «amores», cada amante que visitó mi cama por un tiempo largo o corto, pero no, palabras sobraron, hasta la saciedad se les explicó porque ya no cabían más en mi vida.

Posteriormente recordé a mis parientes fallecidos con la idea de que tal vez allí quedaba un faltante, mas la cercanía fue tan poca que no se hizo necesario mediar más palabras de las proferidas en vida.

Solo pude concluir que he llevado mi vida diciendo aquello que es necesario, y lo que no es necesario o procedente queda fuera, y al ausente se le perdona y se le deja libre de cuentas, no tengo deudas de palabras, estoy a mano.

De cabeza

Hoy me levanté al revés, no supe como pero cuando abrí los ojos me encontraba de cabeza, mis pies flotando en el aire y mis brazos extendidos hacia abajo, rozando el colchón, las cobijas, mi laptop y todos los objetos de mi habitación flotaban conmigo. – Vaya – me dije, – parece que la gravedad ha decidido tomar vacaciones parciales.-

Comencé a intentar moverme, con esos gestos de película de astronautas y aplicando mis recuerdos de clase de física – e l, c e n t r o de g r a v e d a d – decía en voz alta como si hablar me ayudara a acomodar torso hacia adelante intentando poner más peso allí. Logré finalmente llegar hasta la puerta de la habitación y de ahí hasta la sala principal. Allí estaba el mando de giro de la nave, logré activar el movimiento rotatorio de nuevo y – voilá – gravedad has vuelto.

Una noche de rumba

Estando a la mitad de empacar la vida en cajas, lo más inverosímil era aceptar aquella invitación ¿De rumba? Y ¿Quién va a llenar esos nidos de cartón con libros, papeles y ollas? Pero igual se dejó tentar ¿Por qué no? Bailar un rato como hace tiempo ya no.

Estaba allí la amiga de su amigo, ella tantas veces presente, tan insistente pero finalmente manteniendo la distancia prudente. Ella fue el enlace para ir a aquel lugar, lleno de guirnaldas de papel con katrinas, un mariachi intercalado con el DJ y un muy particular hombre de baja estatura cumpliendo las labores de anfitrión.

Transcurrió la noche sin sobresaltos, bailando con su amigo de tanto en tanto, mientras la amiga de él cada vez más asediada por un sujeto que bailaba pegado y le echó varios enviones de besarla bien esquivados.

Se hizo hora de salir y de cortesía el lugar ofrecía caldo caliente, lo tomó aunque era la única sobria del lugar.

En medio de la conversación con sabor a pollo le preguntó al hombre algo ebrio y que estuvo a punto de besar a la otra chica – ¿Eres feliz?

El hombre sin dejar asomo de duda dijo: – Si, soy muy feliz- , luego pidió aclaración del contexto,

– ¿Pero laboral, en la vida personal o feliz en qué área?

– Feliz, así no más ¿Lo eres?

– Si, claro que si.

Tal vez hace falta que los demás estén demasiado ebrios para preguntar algo así.

Desencuentros

Dijo que tendría una chaqueta de paño negro, no me imagino quien puede usar paño en un clima como el de Barranquilla, yo a duras penas soporto el algodón. Le dije que vendría de rojo, si, me encanta el rojo y además facilita ser vista entre la multitud.

Miro al otro extremo de la plaza de comidas y veo a un caballero con cara de pregunta, ciertamente tiene la actitud de buscar a alguien, no sé si es él, la miopía me impide confirmarlo antes de que se acerque a menos de dos metros.

Creo que ha notado que lo miro y parece sonreír, es una fortuna que él no sea miope, sonrío y él se acerca con paso decidido.

– Hola ¿Eres Gabriela?

– ¿Quién lo pregunta? – Quiero saber si se ha hecho presente o ha enviado a alguien más.

– Miguel – Responde sin dejar de sonreír

– Entonces si soy Gabriela, siéntate.

– Perdón por la demora, el tráfico está terrible. – Dice mientras se desabrocha el pesado saco.

– Yo he llegado caminando, ha sido sencillo para mi.

– Desearía poder teletransportarme, cada vez moverse es peor.

– Y eso que por lo menos no ha llovido.

– Ni lo menciones, habría tenido que cancelar la cita.

– Bueno, soy toda oídos y nada tiempo, cuéntame que es eso tan urgente que requería vernos en persona.

– Infortunadamente son malas noticias Gabriela, me ha contactado tu ex-marido.

De repente el tiempo se congela, el ambiente se torna pesado, esperaba cualquier cosa menos eso.

– ¿Y cómo dió contigo?

– No se lo pregunté, pero es todo eso que me habías contado, un hombre agresivo y con aires de peligroso.

– No son aires Miguel, ese hombre está decidido a matarme. ¿Te amenazó también?

– Primero intentó sobornarme, luego si, me amenazó.

– Y ¿Qué piensas? ¿Tendré que recurrir de nuevo a google para buscar un abogado que esté por fuera de sus círculos para que me represente?

– No Gabriela, el conocerlo me ha confirmado todo lo que me has dicho, estoy totalmente decidido a representarte.

– Gracias Miguel, ya hay tres abogados que con solo contacto telefónico me han dicho que no, tu eres el primero que acude en persona y me da esta buena noticia.

– Con gusto, permíteme explicarte como se desarrollará el proceso…

Cosas varias

  1. Me deleita el sonido de la lluvia contra la ventana.
  2. Me intriga mirar a la gente en silencio, absorta en sus propios pensamientos.
  3. Me calma abrazar a mi gato enorme en las noches de desasosiego.
  4. Me causa alegría tener útiles nuevos y papelería, las hojas de colores, los marcadores, toda cosa que escriba o que se deje dibujar en ella.
  5. Me trae recuerdos felices el olor de la tinta de un folleto recién impreso.
  6. Me deslumbra una y otra vez ver amaneceres y atardeceres.
  7. Me gusta muchísimo el sabor delicado de la guama, y la textura que tiene sobre la lengua.
  8. Me atraen profundamente los diccionarios y aprender que hay palabras olvidadas que describen de forma precisa conceptos o cosas cotidianas.

Flash back

Suena el celular, ese ringtone del averno que no escucho hace más de una década, me sobresalta, creo que ese sonido me dispara una respuesta de stress postraumático. Giro la cabeza y está allí ese maldito celular motorola ovoide, lo detesto con todas mis entrañas.

¿Qué clase de brujería es esta? Me pregunto sin poder evitar contestar la cosa oblonga esa.

– Aló

– Hola ¿Estabas durmiendo?

Me responde al otro lado la inconfundible voz del operador del centro de cómputo. Inmediatamente mi pensamiento automático -No gran pendejo, estaba esperando tu llamada- pero como siempre refreno mi primer instinto.

– Cuéntame qué sucede

Le digo ya totalmente despierta. Mientras el operador comienza su relato de qué proceso se echó a perder esta vez miro a mi alrededor, veo el ventanal grande que da directo al balcón, el closet y los muebles con repisas de vidrio, esos mismos muebles que mis padres pudieron comprarme a los 15 años gracias a que me becaron ese año por buen rendimiento escolar.

– Joder ¿Qué día es hoy? – Le pregunto al operador interrumpiéndolo.

– Lunes, estás como dormidita parece – responde con sorna.

Busco sobre la superficie fría de vidrio de tocador mi otro celular, lo miro y abro el calendario, no salgo de mi asombro, 4 de septiembre de 2006, 3 am, eso explica la llamada del operador.

Sin haberle prestado mucha atención al operador le digo, que me voy a conectar remota y lo arreglo, realmente no me importa mucho qué fallo tenga, lo único que me interesa es saber qué hago en este instante del espacio-tiempo en este lugar y si hay alguna manera de revertirlo.

Cuelgo y me siento sobre la cama, contemplo la luz de la luna que penetra por el ventanal y permite reconocer todos los objetos, parece ser que pronto será luna llena. Miro la cama de tubos de metal y recuerdo cuando dejé de tenerla, si, cuando ese amante me convenció de que necesitábamos un lecho más grande para ambos.

Hago una pausa, lo recuerdo todo ¿Podré cambiar algo de lo que suceda? Ya sé que ese amante terminará casándose con alguien más ¿Y si lo llamo en este momento? Es lunes ¿Vendrá?

Me digo ¡Qué importa! ¿No es este acaso el estado más deseable, tener juventud y experiencia?

Marco su número, su voz somnolienta contesta del otro lado, le endulzo el oído, le convenzo de venir. Ya no me importa que no me ame, solo pienso disfrutar cada instante ese cuerpo, con la tranquilidad que dan las cosas que ya se saben perdidas.

Capítulos

«Representan los distintos capítulos de la vida», porque la vida nos la han vendido como si estuviera editada como un libro con capítulos, cada uno dentro de su propio contexto en el modo narrativo convencional, con un principio, un nudo y un desenlace, con cosas que deben ir antes que otras, como el matrimonio antes de los hijos o estudiar antes del trabajo o morirse después de la vejez. Pero no, la vida se parece más a La Rayuela de Cortázar, donde cada capítulo es un pequeño trozo que puede ser tomado en cualquier orden, al principio, en medio, al final o como colofón cuando creemos que todo ya se ha acabado. Hay cosas de la vida que comienzan en un nudo, como cuando se muere de repente alguien a quien amás revolviéndolo todo para siempre y es en sí mismo un desenlace porque tras la muerte nada sigue.

A veces quisiéramos tener varios tomos para la vida, poder separar la infancia feliz de una adultez poco lustrosa, pero no se puede, cargás con todo junto.

Al final me opongo, la vida se parece más a esa carpeta llena de papeles y fotocopias que llevabas bajo el brazo en la universidad, y que de tanto en tanto se iba contra el planeta desparramando su contenido, dejándote a ti recogiendo hojas echadas a perder sobre el pavimento y persiguiendo lo que parecía un documento importante volando sobre el pasto. Y así, volvés a armar como mejor podés lo que lograste recuperar, ordenás lo que tiene número de página, limpiás lo rescatable, te resignás a perder lo que se deshizo en un charco. Y así como la vida, después del reguero seguís caminando con la dignidad que te queda, mientras alguien a lo lejos se ríe de la escena desde una cafetería.

¿Quién eres?

– ¿Y usted quién es?

Me preguntaba de nuevo, no importaba si era la vigésima vez que decía lo mismo.

– Abuelita, yo soy hija de Alba, la menor, Isabel

– Ah, pero hace mucho que no venía.

Era cierto, no solía ir.

– ¿Y las hijas?

– No abuelita, la de las hijas es mi hermana, yo soy soltera.

– Ah que bueno mijita, es que el matrimonio no es fruta que come mono.

Entonces volvía a sus pensamientos, y yo me quedaba mirándola, esperando a que volviera a preguntar lo mismo.

Siempre me dijeron que nos parecíamos mucho, muy blancas, bajas, cabello escaso, una sonrisa pequeña como una línea, testarudas, «De eso que meten la cabeza y la sacan al otro lado, así sea aplanchada» como dice mi mamá.

Gracias a esa tozudez mi abuela sacó a su familia de la pobreza rural a la clase media citadina, casi sola, con un marido que fue más lastre que otra cosa. Y yo, elegí no tener marido, más por sustracción de materia que por difícil la fruta pa’l mono.

Mi abuela fue avanzada para su época, después del sexto hijo decidió no tener más, a pesar de no contar con anticoncepción lo cumplió. Yo práctica, recuerdo haber decidido algo así como a los 13 que no iniciaría mi vida sexual hasta tener edad legal para trabajar por si quedaba embarazada.

Mi abuela hacía las empanadas más deliciosas del planeta, y vendiéndolas mantuvo a su familia. Yo soy profesional y hasta ahora solo mantengo par gatos.

El acosador, matoneador, tóxico narcisista siempre es el otro ¿O no?

¿Han notado que siempre hay gente que habla de haber sido víctima de acoso, matoneo o relaciones tóxicas, pero nadie sale a decir yo he acosado, matoneado o he sido tóxico alguna vez en la vida? Esta reflexión me viene de un artículo que leí hace poco sobre las características de una persona narcisista y lo que hacía a otros. En algún punto de la publicación decía algo como: utiliza la información privada que le has compartido para atacarte en los momentos de discusión. Entonces me dije, momento, esta escena me es familiar y recordé unas promesas que me hice a mí misma no recuerdo a qué edad pero ciertamente antes de los 18. Una de ellas era: No importa la circunstancia nunca voy a usar lo que alguien me ha confiado para hacerle daño ¿De dónde provino tan curiosa promesa? Desde siempre he tenido muy buena memoria, mi cerebro almacena montones de datos y conversaciones, entre ellos confesiones emocionales que la gente hace cuando está vulnerable; la otra habilidad que también tengo es un gran dominio del discurso, puedo argumentar prácticamente cualquier cosa por convencimiento o por mera retórica, da igual, la habilidad es la misma independiente del objetivo. Ese par de habilidades se combinaban cuando tenía gran cantidad de ira y producían un tercera: ser capaz de volver añicos emocionalmente a quien tuviera delante. No recuerdo cómo o en qué momento me di cuenta que eso era juego sucio, la otra persona no tenía ni la información ni la capacidad discursiva para protegerse, mucho menos para atacarme, quedaba a mi merced y eso era claramente un abuso de poder mediado por la ira, me sentía justificada por algún acto que considerara injusto del otro hacia mi para darle con toda. Puede ser un rasgo de sentirse superior también pero cuando me di cuenta de eso me hice una promesa, sé que tengo ese poder pero no voy a usarlo bajo ninguna circunstancia, es lucha desigual, así no vale.

Leer ese artículo sobre los rasgos narcisistas me hizo pensar ¿Cuántas veces hemos obrado de forma acosadora, matoneadora o tóxica? ¿Por qué nos cuesta tanto identificarnos como la fuente del daño? Tal vez queremos creer que esos actos solo los perpetran seres malos, personas horrendas, nunca alguien como nosotros, pero ¿Qué pasa con nuestra capacidad de maldad y de cometer acciones horrendas?
Haría mucho bien al mundo en general y a nuestros seres queridos en particular el poder identificar esas conductas en nosotros mismos, proceder a la autocrítica y con responsabilidad y humildad renunciar a nuestra capacidad para hacer daño. Reconocer que allí está pero voluntariamente abstenerse de tal proceder.

Detener las pequeñas violencias que nosotros mismos generamos puede crear un mundo más libre de acoso, matoneo y relaciones tóxicas. Le invito a revisarse y poner freno a todo aquello que no sea juego limpio, usted y la gente a su alrededor se lo merece.

Lo que pasa cuando finalmente aceptas que no tendrás pareja

Estas son posiblemente las líneas más inesperadas de mi vida, pero vengo masticando esto hace rato, por fin este año llegué a un punto de hartura donde dije no más, no más acostarme con tipos por buscar abrazos, si eso implica pasar célibe el resto de mi vida está bien, me harté de conocer idiotas.

Algo cambió en mi vida de forma importante, borré mi perfil y desinstalé todas las aplicaciones de citas donde estaba, kaput, finito, no me interesa conocer más extraños que finjan pendejadas para meterse entre mis piernas. Temporalmente por la novedad instalé la app de citas de Facebook, y lo único distinto que tuvo fue las preguntas que te anima a contestar, una de ellas es ¿Qué cosas te irritan? a lo cual respondí: Me fastidian los hombres que solo buscan sexo casual. Resultado, cero propuestas fastidiosas y en últimas cero matches, te escriben un poco hasta que revisan bien tu perfil, ven eso y se desaparecen como por arte de magia, es una maravilla espantarlos sin necesidad de pasar malos ratos.

En resumen esas apps no sirven para nada, Facebook decía que el interés de su app era que la gente creara relaciones a largo plazo, pero finalmente es la misma gente y sus pobres decisiones, la tecnología no mejora lo que los seres humanos hacen de suyo.

Ese estadío de hartura, de total desgaste y falta de esperanza alguna en la creación de una posible relación creó un cambio en mi, finalmente aceptar la vida que siempre he llevado, soltera, sin pareja, sin buscarla. Claro, eso implica indirectamente una vida célibe, porque saqué de mi vida el sexo casual, pero ya no me trasnocha la vaina, el sexo es genial, lo disfruto bastante, pero no tiene sentido alguno seguirlo teniendo con tipos que se comportan como animalitos y no le ponen nada de afecto al asunto, o que están con alguien más a quien si les da la gana de ponerle el afecto. Nada más que me interese, soy célibe, bien, me va bien, no necesito líos ni nadie comiéndome el coco y yo haciéndome expectativas falsas de afecto.

Es gracioso que esto haya tardado tantos años, porque la realidad es que yo siempre he vivido así, sin pareja real, lo que pasa es que antes mi mente vivía en la ansiedad de querer conseguir pareja y no lograrlo, ahora mi vida es exactamente igual, de mi cuenta, sin otro, pero ya me lo tomo como esta es mi realidad y voy a amar mi realidad sin dolor como antes me sucedía.

Esto me ha permitido plantearme ciertos objetivos que antes no tenía, y que no relataré ahora, pero que han comenzado un gran cambio en lo que vislumbro para mi futuro y como quiero vivirlo.

Lo otro que cambió con esta nueva actitud es que hay una cantidad de información que yo antes consumía y que ahora me resulta superflua e inútil. Yo solía leer sobre relaciones, como mantenerlas, como hacerse entender por parte de los hombres, como comprender las necesidades de la pareja y todo eso para mi es ya inútil, tiempo y datos que ya no me interesan ni tienen que ver conmigo.

Hay un pero en todo esto, y es que mi nivel de interacción humana no es muy alto, mi interés ahora es como mejorar la calidad de mis amistades, es un proceso, tener un círculo de personas cercanas se ha vuelto un punto importante y si considero valioso trabajarle y dedicarle tiempo, porque sé que le falta mucho por mejorar.

Si hay en mi vida alguien especial, que es solo mi amigo, y su amistad me llena de alegría porque es una persona que me quiere y a quien le importo como ser humano, decirle que le quiero y manifestarle que también me importa me llena de muchas maneras, encuentro esta amistad más gratificante emocionalmente que todas las historias fallidas de búsqueda de pareja de mi vida.

Allí hay también junto con la alegría un tema importante que observar, y es que debo mantener un balance y hacer mi círculo social más amplio, que esta persona me produzca tanto bienestar emocional puede ser riesgoso si me centro solo ahí, hay que fortalecer mis lazos con más personas, él es genial, pero podría no estar mañana y mi vida debe poder continuar con el apoyo de otros.  Me reconozco un ser social y con necesidades y deseos de interacción con otros, haber desistido de la pareja no me hace menos deseosa de tener experiencias humanas, por el contrario les da más valor y las hace más realistas. Quiero relaciones valiosas y mi tarea ahora es construirlas.

En resumen, desistir de la pareja te quita dolores de cabeza, te devuelve el tiempo que perdías buscándola infructuosamente y te concentra en mejores sueños a futuro.

Me gusta como estoy hoy 🙂